Menú del Imperio Romano


Amigo, comerás bien y podrás saciar tu sed y tu hambre si deseoso vienes.

... es la invitación que Marcus Vinicius da a sus amigos para convocarles a una fiesta culinaria en su domus. No corresponde el festín a esa idea que tú tienes de romanos devorando como bárbaros, aunque sí es cierto que al anfitrión le gustan detalles típicos de las clases aristocráticas, -como adornar de forma grotesca los platos.

Siguiendo la costumbre, Marcus Vinicius pide a sus invitados que acudan a la hora de la cenae o cena (seguramente, muchos de ellos se habrán saltado las dos comidas previas del día: el ientaculum o desayuno y el prandium o almuerzo), allá por la hora octava o nona, tras visitar las termas de cara a presentarse limpios en su casa.

Inclinados sobre su brazo izquierdo en el triclinium, los invitados rodean la mesa cuadrada que el anfitrión ha dispuesto en la sala (eso de la mesa y las sillas es un invento bastante más moderno), por supuesto, guardando el protocolo previo en el que Marcus Vinicius ha ido sentando a sus amigos. Después de una pequeña charla, se presentan los siete platos que componen el menú de la noche:
  • entremeses de aceitunas de la tierra, ensaladas variadas, huevos y ciruelas.
  • tres entrantes de riñones y langosta con variedad de carnes rojas. A Marcus le gusta, especialmente, la de cabrito, pero sabe que entre sus invitados habrá quien prefiera el cochillino o la carne de ave o caza, por lo que ha dispuesto también capón y liebre. Las salsas, por supuesto, o bien picantes o muy dulces.
  • dos asados compuestos por cerdo relleno de salchichas y ternero con morcilla.
  • de postre, pastel de pistachos y almendras y fruta variada.
Por supuesto, después de la comida y entre los postres, vino de la zona mezclado con agua y especias. Nunca mientras se comiera, ya que todos sabían que el fuerte sabor de esta bebida podría desvirtuar el paladar para comer. El momento del postre es especialmente querido por Marcus Vinicius, ya que es el rato de las conversaciones filosóficas y los concursos literarios.

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